Cualquiera que haya leído este blog desde hace un tiempo, sabe que creo que Jeff Nichols es uno de los directores actuales que están más en forma. Podéis leer las anteriores críticas de Midnight Special, Mud, Take Shelter y Shotgun Stories gracias a las cuales me he convertido en una fanática tanto del director como de Michael Shannon, que aquí tiene un papel más que anecdótico. Pero aquí quien brilla con luz propia es Ruth Negga. Es a través de sus ojos por donde comprobamos la resignación, la sumisión, el enfado y la rabia de una mujer que quiere volver a su Virginia natal con su familia, pese a que los matrimonios entre negros y blancos están prohibidos. Basada en hechos reales, no es el típico drama que parece leyendo el argumento.
Jeff Nichols decide mantener el mismo tono desde el inicio del largometraje basándolo en un romance que se alarga con el paso de los años, comprobando que los años pasan solo porque los hijos van creciendo. Por lo tanto, se nos presenta una pareja que se quiere igual justo antes de casarse que después de diez años de exilio por una ley racista, una pareja sin dudas sobre el otro, una pareja que prefiere arriesgarse a divorciarse, lo que haría su camino más fácil. El resultado es una película monótona cuyo casi único potencial es seguir a los protagonistas, porque la acción no existe y porque son pocos los momentos en los que sentimos la tensión del racismo institucionalizado. Es más como una sensación que recorre las dos horas de metraje que hechos en sí. Y aun así, creo que Nichols quería hacer este tipo de película, siguiendo con casi la misma temática en toda su filmografía: la importancia de la familia, la familia sobre todas las cosas, por encima del bien y del mal.
Lo mejor: Los protagonistas.
Lo peor: Una trama con pocos momentos memorables, con un tono lento que puede aburrir muy fácilmente al público.