Esperaba mucho, mucho, de la nueva peli de Fede Álvarez. No respires se había convertido, en unos meses (y no solo por el magnífico cartel que podéis ver sobre estas líneas, en uno de los hits de Sony, esa productora que la lió rondando el estreno de The Interview. La crítica estadounidense, tan reacia a valorar con altas puntuaciones al género del terror (y más, siendo el subgénero de home invasion tan poco agraciado), acompañada por un gran respaldo del público, consiguió que mucha gente se interesase por un producto con muchas deficiencias. Una pareja de amigos se aprovecha del chico que está enamorado de la chica de la pareja para piratear las alarmas de casas para robar pertenencias. El chico es hijo de un jefazo de la compañía de alarmas, así que tiene un montón de facilidades para entrar en el momento en que las casas están vacías. Hasta que, un día, deciden entrar en la casa de un ciego que vive solo con su perro, lo que en teoría suena como una ganga. Solo que no lo es.
Ya podéis imaginarlo: el ciego, en realidad, es un psicópata que persigue a los chicos habitación por habitación hasta que, al final, pasa lo que pasa. Si ya la habéis visto, estaréis conmigo en que hay que darle un poco de razón al supuesto villano, ¿no? Veamos: tres chicos entran en su casa para robarle, de hecho le roban la caja fuerte al principio de la peli (tranquilos, esta crítica está libre de spoilers) y luego intentan convencerle de que no le van a hacer daño. A partir de este punto no me he encontrado con escenas memorables ni secuencias dignas de nombrar excepto la de la inseminación artificial que, más que dar miedo, produce alguna que otra carcajada. Lo siento mucho, pero llegados a este punto de la trama ya me había olvidado de lo políticamente correcto.
Lo mejor: Es entretenida sobre todo en la segunda parte de la película.
Lo peor: No innova ni es original, no tiene intriga ni nada miedo, así que le doy un cinco raspado.