Poco más hay que decir sobre el argumento que ocupa, agárrense, 157 minutos, de los cuales he podido disfrutar, como mucho, de quince, y es cuando explota una base estadounidense, porque bien que nos insisten en que las torturas a posibles testigos están justificadas si lo que se pretende es capturar al peor villano de todos los tiempos. Las carencias en el guion saltan a la vista si queremos distanciarnos lo máximo posible sentimentalmente. Haciendo hincapié únicamente en la investigación, saltan a la luz toda una serie de incógnitas sobre cómo se llega a cierto punto o cómo se puede pasar por encima de las leyes internacionales sin mirar atrás.
Lo mejor: los efectos especiales parecen reales.
Lo peor: el desarrollo de la investigación y sus incongruencias.