Z. La ciudad perdida nos relata la historia, basada en hechos reales, del explorador inglés Percy Fawcett que, a principios del siglo XX, fue enviado a la selva amazónica en primer lugar como cartógrafo, lo que acabó obsesionándole con el descubrimiento de El Dorado o, como lo llamaba él, Z, la ciudad perdida.
La producción de la película de James Gray ha hecho que la comparen con Werner Herzog simplemente por lo exhuberante de la fotografía y la naturaleza que remite a Aguirre, la cólera de Dios, pese a que los protagonistas coincidan en su ansia de gloria y reconocimiento mundial por haber encontrado aquello que los conquistadores buscaron sin éxito, dejando de lado su familia y su realidad más palpable.
Pese a un inicio interesante, en el que se nos ofrece una descripción atractiva del protagonista para darnos a conocer su trasfondo e inquietudes, la trama nos da a conocer la atracción de una civilización perdida y la decadencia del Imperio Británico en los albores de la I Guerra Mundial. Pero el magnetismo de la ciudad perdida no nos atrapa durante las casi dos horas y media de metraje.
El relato intimista parece estar hecho bajo las reglas académicas sin arriesgar lo más mínimo, hasta llegar al hastío porque el filme no llega a clasificarse ni como película de aventuras ni como drama. En resumen, Z. La ciudad perdida no despierta interés por su historia pese a que está realizada con sumo cuidado en cuanto a los aspectos técnicos de producción, decorados, vestuario o fotografía.
Yay & nay
Lo mejor: Fotografía. Diseño de producción. Sorprendentes actuaciones de los actores principales (no así de los secundarios).
Lo peor: Falta de épica y de las aventuras que debería haber movido la trama desde el principio. Parece una sucesión de hechos independientes del protagonista más que una historia con empaque.