Wong Kar-Wai es uno de los directores hongkoneses más conocidos, sobre todo por cuidar los planos por encima de todo, por encima incluso de la historia principal que nos vaya a contar. En The Grandmaster no hace una excepción. Se nos cuenta una historia que se desarrolla durante décadas en las que ni siquiera se ve el paso del tiempo en los personajes. Gran cutis, diréis vosotros. Yo no. Es algo que me chirría. Sobre todo cuando me intenta contar la historia del maestro más conocido de Bruce Lee, Ip Man. Por cierto, no hay que confundir esta película con Ip Man de 2008 dirigida por Wilson Yip. Si bien se intenta llevar a la gran pantalla una especie de biopic del personaje, no es tal, ya que en realidad nos está contando la evolución del concepto de las artes marciales, de sus variantes y de cómo, a lo largo de las décadas, se va dejando de lado la quintaesencia de cada familia con su propia forma de luchar para entrar más en consonancia con el mundo occidental tras la Segunda Guerra Mundial.
Esto es lo que yo he sacado en claro de una película que parece divagar tocando varios palos a la vez sin profundizar en ninguno. Como, en un principio, se nos cuenta la historia de las artes de cada familia, me centré en ese tema, pero los 130 minutos se completan con la ocupación japonesa de China, el caos en la Segunda Guerra Mundial, el exceso de maestros de kung fu, el machismo imperante en las herencias de las artes marciales, el tráfico de opio, y multitud de aspectos más cuando, lo importante que nos querían contar, aparece en la primera mitad de la película. The Grandmaster estuvo nominada a los Oscars el año que ganó 12 años de esclavitud en las categorías de mejor vestuario y mejor fotografía, aspectos cuidadísimos hasta el más mínimo detalle. En general, si tienes paciencia y no te dejas influenciar por tramas secundarias que no importan, la película es más bien pasable.
Lo mejor: las escenas de lucha.
Lo peor: la excesiva duración, la forma de contar la historia.