Basándose en su propio cortometraje de 2012, Damien Chazelle nos presenta la historia de un estudiante de música (batería de jazz) que intenta ser el mejor y se topa con un profesor para el que ser el mejor no es suficiente: todo debe ser perfecto.
Como perfecta es la relación que se construye entre profesor y alumno: el primero con dos caras y el segundo dándolo todo para convertirse en una leyenda. No estamos ante una película de jazz, sino que el género musical se convierte en el trasfondo para contarnos la pasión que se puede sentir por la música o por la misión educadora hasta niveles máximos.
Miles Teller, que interpreta al protagonista, hace su trabajo de forma magistral, pero J.K. Simmons pone la piel de gallina.
Los «duelos» interpretativos entre ellos son, sin duda, los momentos álgidos de la película, que acaba con su expresión máxima. El montaje va acorde y, dependiendo del tipo de momento, Chazelle decide mostrarnos a los personajes desde distintos planos más abiertos o cerrados. Se ve que este año en Sundance tenían razón. Whiplash puede ser de lo mejor del año.
Yay & nay
Lo mejor: los momentos profesor-alumno.
Lo peor: parafraseando una escena de la película, que se le diga «buen trabajo» a Chazelle.