Hubo un momento en el que Michael Moore era el azote de cierto tipo de política norteamericana. Su documental Bowling for Columbine te llegaba al corazón, obligándonos a ponernos en el lugar de los estudiantes que cometieron la atroz matanza del instituto de Littleton en 1999. El detalle del entorno de los adolescentes y la sociedad norteamericana no justificaba la matanza, pero nos hacía entender que algunas mentes pueden llegar a verse presionadas de cierta forma hacia el recurso fácil de la toma de armas. En su nuevo documental, ¿Qué invadimos ahora?, Michael Moore nos lleva a Europa para «invadirnos» en términos de comedia, «robando» lo que él cree las mejores ideas de algunos países europeos para practicarlas en Estados Unidos.
Y entonces viene la tergiversación de la realidad. Ya nos avisa el director al principio de la película, en su primer país visitado, Italia, donde dice que «no le interesa la maleza, sino las cosas buenas». Porque está bien eso de edulcorar «lo bueno» de algunas empresas italianas, noruegas o alemanas, por poner un ejemplo, o que los menús de los colegios franceses tengan un chef que nunca ha comido una hamburguesa pero, seamos francos. No todos los italianos disfrutan de dos meses de vacaciones pagadas ni dos horas para comer es algo bueno per se, ni mucho menos todas las fábricas alemanas se parecen, lo más mínimo a la fábrica de lápices de Faber-Castell, ni todos los empresarios europeos piensan en el beneficio teniendo en cuenta a sus trabajadores, ni las universidades eslovenas destacan por ser punteras en el mundo (aunque sean totalmente gratuitas). Todo tiene sus aspectos buenos y malos. Así que las risas que me he podido echar comparando algunas «mejoras» europeas con respecto a los cero días de vacaciones pagadas de los norteamericanos se contrarrestan con un documental totalmente falso, que no aporta hechos, sino realidades edulcoradas del director.
Lo mejor: La comparación de la forma de vida de los italianos con respecto a los estadounidenses.
Lo peor: Su marcada tendencia a mostrar todo en términos de buenos y malos, sin ninguna escala de grises.