Si hay algo que tiene Woody Allen sobre cualquier otro director de cine del mundo, es que es capaz de inventarse una historia interesante, buena y diferente, y llevarla a la gran pantalla cada año desde 1982, eso hace más de 30 años de películas originales, salidas de esta mente neurótica de Brooklyn.
A Roma con Amor (To Rome With Love, 2012) nos traslada a los clichés italianos, igual que en el resto de sus otras películas europeas Woody Allen ha retratado los clichés de otros países: España con Vicky Cristina Barcelona, Reino Unido con Match Point, Francia con Midnight in Paris, etc. En A Roma con Amor tenemos tres historias diferentes dentro del mismo escenario. Destripar dichas historias sería un sacrilegio, y cada una puede tener sus más y sus menos, pero las cuatro hacen un compendio de 100 minutos interesantes y divertidos.
Lo mejor: el trasfondo de la historia de Roberto Benigni, la forma de poner en evidencia el tópico de mujer aventurera, rompedora e independiente de Ellen Page, la minipelícula italiana de las otras dos historias.
Lo peor: la historia del personaje de Woody Allen con el suegro de su hija tarda en arrancar, Jesse Eisenberg parece que sigue haciendo el mismo papel desde Zombieland.