Roger Donaldson es conocido por haber dirigido películas que, aunque no sobresalgan por encima de la media, no son un aburrimento total. Hablo de largometrajes como Trece días, Cocktail o La prueba, aunque tenga en su historial unos tremendos bodrios como La huida con Alec Baldwin-Kim Basinger, Species o Un pueblo llamado Dante’s Peak. Ya solo recordar estas últimas me entran escalofríos. La conspiración de noviembre se parece más a estos últimos títulos en cuanto a la calidad de la trama y que a las que he mencionado antes. Basándose en la novela de Bill Granger, nos cuenta la historia de un exagente de la CIA que se ve envuelto en un último trabajo. A mí me ha parecido una especie de mejunje entre ese nuevo personaje creado por y para Liam Neeson (madurito dando estopa y cargándose a quien se pone por delante) y lo peor de las películas de la saga Bond protagonizadas por el mismo Pierce Brosnan.
En cuanto a la trama, poco más que decir: la chica en este caso es Olga Kurylenko, la chica desvalida a quien el personaje de Pierce Brosnan debe proteger. Aunque no cuente nada más, todos los que tenéis un mínimo de cultura cinematográfica sabéis por dónde pueden ir los tiros: un argumento que no sorprende a nadie, ni siquiera con sus giros predecibles hacia el final del metraje, y un actor protagonista que parece no haberse repuesto de su pasado como James Bond. Si tengo que hablar de algo bueno, diré que sacan a la luz, de nuevo, todas las políticas estadounidenses en el exterior. Ese país que se autodefine como faro de la libertad mientras fomenta dictaduras favorables más allá de sus fronteras y ese país que cree tener la mejor democracia cuando se ha corroborado que hubo tongo en Florida en las segundas elecciones que ganó George W. Bush. Lo siento, pero a mí estas cosas me ponen de muy mala leche.
Lo mejor: El tema de Chechenia.
Lo peor: Argumento muy trillado.