Es una pena desperdiciar todo el potencial de Operación U.N.C.L.E. o, lo que es lo mismo, mostrarnos en pantalla cosas bonitas durante más de dos horas y esperar que no nos quejemos por algunas tediosas escenas solo porque salga gente guapa en pantalla. Porque, asumámoslo, Henry Cavill para a quienes les gusten los morenos, Armie Hammer para quienes les gusten los rubios y Alicia Vikander para quien le gusten las mujeres, da igual rubias o morenas, porque es imposible no quedarse prendado de la prota de Ex Machina o Un asunto real. La trama se desarrolla con el conflicto de la Guerra Fría, donde tanto la CIA como la KGB deben trabajar juntas a través de sus dos mejores agentes: Solo, interpretado por un inglés que no sabe disimular su acento, e Illya, un personaje que no sabe contener sus ataques de ira y, de lejos, lo mejor de la película.
Estos dos agentes trabajarán juntos para intentar mantener la contención entre dos bandos en cuanto a la carrera armamentística. Un plan descabellado que hace aguas por todos lados. Es una pena que Guy Ritchie no sea capaz de, en una película de espías, trazar un plan con historias separadas para que se junten al final de forma maestra. Lo hizo con Lock & Stock y con Snatch, sus dos primeras películas. Le salió bien la jugada con la primera entrega de Sherlock Holmes con Robert Downey Jr. Pero aquí el guion es lo de menos y prefiere mostrarnos cuerpos 10 aunque las escenas no digan nada. La actuación de Henry Cavill roza la vergüenza y nunca pensé que diría esto de un gran Charles Brandon de la serie Los Tudor. Menos mal que salen al rescate un ruso bastante simpático y la chica de la película, que le da mil vueltas a todos.
Lo mejor: Alicia Vikander y las escenas con Armie Harmmer.
Lo peor: Henry Cavill, el guion inexistente, con muchas escenas aburridas, y el descaro con el que dejan el final abierto a una secuela que seguramente no se rodará por el fiasco en taquilla de esta primera entrega.