Normalmente suelo informarme un poco antes de ver películas como Bajo la misma estrella. ¿Una peli sobre una chica con cáncer? Puede salir bien como Yo, él y Raquel. Pero puede salir mal como casi todas esas películas de niñas, niños y adolescentes con cáncer. Son ese tipo de películas que mucha gente no quiere criticar porque, a ver, retratan a personajes con cáncer. Por si fuera poco, tenemos una historia de amor de adolescentes, donde una es una inadaptada revieja y el otro (Ansel Elgort) es todo un personaje: con cara de llevar una percha en la boca y siendo tan optimista que parece el personaje de Alec Baldwin en Friends.
Porque durante las más de dos horas de metraje, nos intentan hacer llorar con cámaras lentas, música lacrimógena, lágrimas, miradas lastimeras, diálogos romántico-estúpidos y escenas difícilmente entendibles para nadie que tenga uso de razón. La escena en la casa de Anna Frank, por ejemplo, raya el absurdo. Menos mal que, sorprendentemente, una actriz que no conocía porque tampoco he visto las películas de la saga Insurgente, Shailene Woodley, lo da todo y consigue la mejor interpretación de todas, sobrepasando por leguas a la que interpreta su madre, la jurásica Laura Dern, que parece anclada en la misma expresión desde hace 20 años. Es el inicio de la película donde la protagonista muestra mejor sus dotes interpretativas, pese a que todo a su alrededor juega en contra.
Lo mejor: El inicio y la escena con Willem Dafoe donde dice una verdad como un templo (que la chica es en realidad una niñata).
Lo peor: La historia, diálogos.