No hay excusa. Disfrutar de una peli como Bronce está a la altura de chorradas como Juerga hasta el fin. Y, aun así, me he reído durante buena parte de la peli, quizá porque me pilló desprevenida pensando que me iba a encontrar con una parodia de la historia de Tonya Harding. En realidad, vemos a una exmedallista de los Juegos Olímpicos de Roma 2004, un bronce que sabe a victoria, ya que la niña protagonista consiguió la medalla realizando un último ejercicio sobre las barras asimétricas lesionada. Así que se convierte en la estrella del pueblo. Años después, lo que vemos es a una joven consentida, que no trabaja ni le preocupa conseguir dinero para vivir, dándoselas de diva, mentirosa, vulgar y maleducada.
Así que lo que hace gracia es el momento en el que conoces a la protagonista y reaccionas con sus contestaciones. Cuando ya te acostumbras a la borde de Bernadette Melissa Rauch, la peli pierde casi todo su encanto. Ni tan siquiera las muecas de Thomas Middleditch consiguen hacer remontar esta comedieta con moraleja. Por un lado, la de que no se debe vivir de los éxitos pasados sino que debes labrarte un futuro y, por otro, siempre está mejor pensar en los demás que en uno mismo para conseguir ser feliz, olvidándote del egoísmo que no te permite tener éxito en la vida. Lástima que al final acabe aburriendo por tirar más bien por la línea romántica y ñoña que por una mala leche divertida medio improvisada que, dicho sea de paso, tampoco tiraba por ahí. En resumen, una peli para pasar el rato sin darle mucho al coco.
Lo mejor: El primer momento que ves a la protagonista interpretada por Melissa Rauch (que, por cierto, también escribe el guion).
Lo peor: El último tercio del metraje pierde por la repetición continua de la misma fórmula.