Roman J. Israel, Esq. se supone que es una película realizada para el simple lucimiento de Denzel Washington. Tras verla sin demasiadas pretensiones, puedo decir que ni la trama ni la interpretación del actor me han conmovido lo más mínimo, cuando sé que eso es precisamente lo que se quiere conseguir: que importen más los principios que la retribución económica.
Denzel Washington interpreta a un abogado de un pequeño bufete. No es capaz de llevar bien los juicios porque cada vez que abre la boca la lía, pero es un crack preparando la documentación y conociendo a los clientes con su «estrategia» de llevarlo todo anotado en papeles mientras que su socio se dedica a pisar la corte defendiendo a sus clientes. El papel es muy importante en esta película porque parece que si tienes documentos imprimidos y llevas todo a mano, eres mejor.
Dejando de lado el problema del «más papel, mejor trabajador», el problema que tengo con esta película es que no me agrada su personaje principal. Entiendo que me quieren mostrar a un abogado cuya inteligencia es superior al resto, pero sus acciones muestran que no lo es. Cuando el socio y único otro trabajador del bufete muere, Roman debe lidiar con un dilema: trabajar para un tiburón del Derecho o vivir según sus valores aunque eso signifique morir de inanición.
Roman J. Israel, Esq. tiene demasiados problemas. Por un lado, la actuación de su protagonista o al dibujo del personaje principal. No estoy segura de si el personaje o el actor es el que tiene el problema, porque no hago más que ver los tics constantes de Denzel Washington, un actor endiosado que puede ser solvente pero no un actor que salve a este melodrama y mucho me temo que la labor de productor de este actor ha tenido mucho que ver. Por otro, la trama desquiciante y confusa, que va dando tumbos y camina entre el puro melodrama y un capítulo de la serie Suits. Pero sin la chulería de Harvey Specter ni la inteligencia de Mike Ross.
Espero que Dan Gilroy reconduzca su carrera hacia más bien lo que pudimos ver en Nightcrawler y no en este tipo de filmes que minan su credibilidad como director, lejos de cualquier toque propio y más cercano a un largometraje de encargo que a una película independiente que tenga un mensaje que difundir. Con dos horas de película, en Roman J. Israel, Esq. nos hemos pasado casi tres cuartos de la misma en conocer a un protagonista que no agrada y el nudo, que debería haber sido expuesto con anterioridad, queda relegado a tramas secundarias hasta bien pasada la hora.
Yay & nay
Lo mejor: La idea principal sobre la demanda colectiva. La disyuntiva entre integridad y trabajar para vivir.
Lo peor: El ritmo y los vaivenes de la trama. La sobreactuación de Denzel Washington.