James Franco interpreta a un investigador que intenta encontrar la cura del alzheimer, porque su padre (John Lithgow) es víctima de esta terrible enfermedad, pero en primer lugar, la prueba se testea en simios. En contra de lo esperado, el medicamento funciona, pero la simia en la que funciona se pone violenta y provoca que los directivos decidan sacrificar a todos los animales con los que hacen pruebas. Pero lo que no sabían era que se había puesto furiosa para defender a su recién nacido, que Will (James Franco) decide adoptar y criar con el nombre de César. El medicamento administrado a su madre hace que César desarrolle sus habilidades cognitivas de forma exponencial, lo que será el origen de una de las historias que más me han sorprendido por su seriedad, realismo y entretenimiento.
El origen del planeta de los simios lo tenía todo para no gustarme: mucho CGI, ser una precuela de un peliculón de los 60, James Franco… pero resulta que los factores que en un principio harían de cualquier peli un sufrimiento continuo, son unas de las muchas razones por las que el filme de Rupert Wyatt es, en realidad, una buena película de acción y de ciencia-ficción. La historia no se recrea solo para mostrarnos los geniales efectos visuales con los que César y compañía no parecen recreaciones por ordenador, sino que la historia bien montada es el pilar en el que se sostiene todo. Por otro lado, la evolución de César, de ser un crío que solo quiere jugar a convertirse en líder de la manada, es una de las razones por las que en la primera parte de la película eres capaz de olvidarte que la mayoría de lo que ves no existe y está todo recreado con CGI. Mención aparte es la denuncia al maltrato animal en el supuesto refugio de simios que aparece en la película.
Lo mejor: efectos especiales, historia central, banda sonora, la primera palabra de César, el MacGuffin del final.
Lo peor: trama secundaria de la pareja protagonista, algunos fallos de guion (lo de que al final haya cientos de simios cuando al principio solo hay unos 20-30, que no le hagan un mísero análisis al ayudante contagiado por el virus, a nadie le extraña que un médico tenga un orangután superinteligente que viste pantalones y camiseta en su casa).