La Poltergeist que me marcó en mi infancia, la de Tobe Hooper de 1982, comenzaba con una familia que iba descubriendo que en su casa pasaban cosas extrañas pero divertidas, hasta que la diversión desaparece a través de un payaso de juguete y un armario. A partir de ahí no he podido dejar armarios abiertos y ni de coña le he comprado a nadie muñecos de payasos. Puede que fuese porque no tenía suficiente edad para darme cuenta de si la película era buena o no, pero ya llevo unos cuantos revisionados y siempre me queda esa sensación rara de una buena peli de miedo. Ahora bien, la Poltergeist de 2015, de Gil Kenan, conocido por City of Ember: en busca de la luz (2008) y Monster House (2006), se parece más a uno de esos filmes genéricos de terror actual, donde hay espíritus en una casa. Tener en el reparto a Sam Rockwell fue lo que me hizo darle una oportunidad.
En esta versión se decidió dar protagonismo a los niños: la niña pequeña (trasunto de Carol Anne) y su hermano mayor (un niño que le tiene miedo a todo) son los que descubren que en la casa ocurren sucesos extraños, pero pese a sus intentos de avisar a sus padres, nadie les hace caso. Finalmente, los padres vuelven a casa tras una cena y descubren a su hijo en el mítico árbol, a su hija mayor que acaba de escapar de un lodo extraño y que su hija pequeña ha desaparecido. Deciden dar un paso adelante y buscar ayuda, así que tendremos en la casa una mezcla de Expediente Warren con Cuarto milenio de Iker Jiménez. El caso es que todo ocurre de forma precipitada hacia el final del metraje (escasa hora y media), así que en realidad se hace una película larga. La Poltergeist de 2015, por lo tanto, es una película prescindible.
Lo mejor: diseño de producción, el chiste sobre el cementerio indio (homenaje a la original).
Lo peor: reacciones absurdas de los personajes y completamente predecible.
Aún no me he atrevido a ver el remake, es que no me llama nada la atención, sin embargo, imagino que acabaré viéndola, tarde o temprano, gracias por avisar 🙂