Perfectos desconocidos es el remake de una película italiana llamada Perfetti sconosciuti dirigida por Paolo Genovese. Sin haber visto la original, me da la sensación de que Álex de la Iglesia ha sabido adaptar esta comedia a la idiosincrasia española. Quizá gran parte de culpa la tenga el estupendo plantel de actores que da forma a este grupo de amigos que quedan para cenar.
Pero lo que es claro es que el director ha sabido manejar de forma excepcional los planos de esta especie de obra de teatro. Con un montaje cuidado que nos muestra los juegos de gestos y miradas en una cena de un grupo de amigos, somos testigos de cómo la confianza de un principio se va transformando en nervios y tensión. La culpa de ello la tiene un jueguecito que en un principio parece inocente y se transforma en el catalizador de una crisis monumental en el grupo.
Hablamos de una cena de reunión de varias parejas de amigos la noche de un eclipse de sangre. Dicen que con esta clase de eclipses se da rienda suelta al instinto animal y en Perfectos desconocidos parece que nuestros protagonistas están ajenos a lo que sucede salvo por varios sobresaltos con lo que ocurre en la calle. Para divertir un poco la noche, se les ocurre jugar a dejar el móvil encima de la mesa y a leer en voz alta los mensajes que llegan y responder con el manos libres las llamadas que entren. Enterándose todo el grupo de lo que ocurre. Así conocerán los secretos de cada uno, secretos que se jactaban de no tener y secretos que se suponía que nadie tenía.
Perfectos desconocidos se vendió como una comedia, pero en realidad es una comedia dramática. Es uno de esos dramas que tira más del humor para sorprenderte y que te atrae sin que casi te enteres. Quizá sea la película que sea menos del estilo de Álex de la Iglesia. Quizá sea porque es un remake y todavía tiene ese soniquete italiano en el fondo de la trama. O quizá sea porque el director vasco ha decidido ser comedido a optar por parafernalias como en Las brujas de Zugarramurdi.
Pero no todo es mérito del director, ya que todo el reparto está a una gran altura, sobre todo Eduard Fernandez, el cual hace un papel sobrio pero efectivo, y Belén Rueda, más protagonista que el resto de sus compañeros, llevando sobre sus hombros la responsabilidad de ir avanzando en la trama.
Yay & nay
Lo mejor: Los actores. La dirección. El montaje.
Lo peor: El final. Los efectos especiales.