Solo he visto dos películas chilenas: Machuca (2004) y esta, y debo decir que parece que chilenos y españoles no parece que hablemos el mismo idioma. Hay momentos en los que de verdad hay que escuchar con muchísima atención para saber qué dicen los actores porque, entre el acento chileno y la jerga, a veces es muy difícil seguir el ritmo de conversación (se nota muchísimo cuando un actor es mexicano o argentino, a quienes se les entiende mucho mejor). Pero superado este escollo que, personalmente, siempre tengo que salvar cuando veo una peli latinoamericana, nos encontramos con una gran película que, sorprendentemente, trata el tema de la dictadura chilena desde otro punto de vista, el de la publicidad, para contarnos las atrocidades cometidas por el dictador Augusto Pinochet mientras todo el país decidía en un plebiscito si este individuo de voz estridente seguía o no ocho años más en el poder.
Así como el protagonista, interpretado por Gael García Bernal, intenta convencer a toda una serie de partidos muy diferenciados en la oposición que necesitan un tipo de publicidad distinto, la película nos llega a través de la recreación del proceso de la publicidad del «NO» para convencernos a nosotros mismos de marcar esa papeleta, jugando además con la mezcla de imágenes reales de la época e imágenes actuales. La forma en la que está rodada, rozando el documental, es un acierto porque así parece que Larraín nos muestra una historia en bruto, sin retocar.
Lo mejor: el montaje, las imágenes reales, Gael García Bernal, los momentos cómicos.
Lo peor: el sonido (no el acento) porque a veces ni se oye qué se dice. Entiendo que pueda llegar a cansar el montaje «tipo documental».