Cuando sale el nombre de William Turner me viene a la cabeza Orlando Bloom en Piratas del Caribe: La maldición de la Perla Negra, no un pintor inglés pijo que se dedicó toda su vida a pintar cuadros impresionistas de barcos y naufragios. Para describir la película solo tenéis que buscar en Google sus cuadros: son tan aburridos como su vida desglosada en estos 150 minutos de sopor. Mike Leigh se toma su tiempo para describirnos a un personaje borde, cascarrabias y bastante antipático que es elevado a una categoría de pintor de culto pero que, tras una crítica mala, todo el mundo parece cambiar de opinión. Como ejemplo sobre la subjetividad del arte no funciona. Como biografía, es incompleta. Como drama, es insulsa. Como obra fotográfica, es notable.
Porque lo que Mike Leigh nos quiere contar es cómo afecta una vida dedicada en cuerpo y alma a la pintura, con un padre que te lo ha dado todo y que muere de forma que te afecta a tu forma de trabajar. Cómo es posible seguir adelante y sobreponerse ante las adversidades… pero tras un inicio que arranca de forma interesante, la trama se va desinflando hasta que el interés por ese personaje para nada atrayente (en cuanto a su personalidad, no pienso hablar del físico) cae a niveles a ras de suelo. Su historia romántica no tiene el más mínimo sentido narrativo e incluso llega a un punto donde su affair con su ama de llaves y su desarraigo familiar cobran sentido cuando tenemos que aguantar a este personaje durante, atención, 150 minutos. No, lo siento, Mr. Turner tiene muchos defectos y carencias, y tan solo con una gran fotografía no consigue taparlos.
Lo mejor: La fotografía.
Lo peor: La historia sin tensión dramática, excesiva duración.