Ay, qué pena, cómo se nota que Nunca apagues la luz viene de un corto. Una idea maravillosa, produciendo tensión y unos buenos sustos que se van diluyendo a medida que avanza una trama que no se sostiene, acaba en una película de terror convencional predecible como suele ser, sin arriesgar en ningún momento.
La entidad malvada, en este caso, proviene de una historia rocambolesca en la que está implicada la madre de la protagonista sin que se explique la relación en profundidad, incluso las motivaciones de la villana son susceptibles de poner en duda. Con un metraje de 80 minutos que se hacen muy largos, no se nos cuenta la historia de este ente que vive en la oscuridad, sino que se prefiere centrar la trama en Rebecca y en cómo puede salvar a su hermanastro del fantasma que atormenta a su madre.
Así que, de un día para otro, nuestro fantasma favorito aparece haciendo de la suyas como lo había hecho unos años atrás. ¿Por qué? Nunca lo sabremos. O no se quiere decir porque simplemente no hay explicación.
A medida que vas avanzando te das cuenta de que la buena idea es la que se tuvo en el corto de 2013, con el corto del mismo director, David F. Sandberg, y que podéis ver en YouTube en este enlace. Dura un par de minutos y aglutina lo bueno de Nunca apagues la luz sin añadiduras que no aportan nada. Lo que vemos se parece muchísimo a la primera escena en la fábrica de maniquíes, cinco minutos en donde te quedas atrapado por una angustia parecida a la de los dos personajes que intervienen.
Yay & nay
Lo mejor: la primera escena.
Lo peor: una historia mal hilada.
Me recuerda a una peli de Liam Neeson y de Christina Ricci que tenía el mismo problema, «más allá de la muerte» creo que se titulaba, pero bueno al final las actuaciones salvaban el montante. Tendré que ver ésta.