Si hay algo que el podemos conceder a Polanski es que es capaz de tocar varios géneros y salir airoso de cada uno de ellos.
No hace demasiado tiempo coqueteó con el cine de escenografía teatral en Un dios salvaje. Los cuatro protagonistas estaban a la altura. ¿Lo estarían también Emmanuelle Seigner y Mathieu Amalric llevando sobre sus hombros el doble de peso? En La Venus de las pieles se constata que sí.
Volvemos, pues, a utilizar un espacio reducido. Sin embargo, aquí se juega con las luces y el decorado como en el mismo teatro.
La historia se basa en una obra de David Ives, uno de los grandes éxitos de Broadway en este siglo XXI.
Nos cuenta cómo un director de teatro se desespera buscando a la actriz perfecta para el papel protagonista de la adaptación teatral de La Venus de las pieles. Todas las actrices que han pasado por las pruebas son horribles pero, de pronto, llega Vanda, una actriz que parece desesperada y de lo peor, para trastocar los planes de Thomas, sumido en su desidia.
El resto de la trama gira como una espiral de control, masoquismo y sadismo que comienza como un pequeño juego y acaba difuminando la línea que separa la realidad, la ficción y la obra original.
En conclusión, obtenemos una obra de metacine teatral, ejemplo de aquellos míticos duelos interpretativos del cine clásico. Eso sí, con toques de humor negro. Es una pena que el tono de la película se vuelva monótono y no mantenga el ritmo en parte gracias a su machacona repetición de recursos.
Sin embargo, La Venus de las pieles es una opción original para una tarde de cine independiente. No dura demasiado y nos hace reflexionar sobre los prejuicios y los secretos que ciertas personas se niegan a aceptar.
Yay & Nay
Lo mejor: Su primer tercio. El humor negro. Fotografía.
Lo peor: Se vuelve repetitiva y larga pese a su corta duración.