No me lo quería creer, pero ha sido cierto. Cine negro español de calidad, con una ambientación soberbia, fotografía impresionante, banda sonora adaptada a la intriga y un reparto más que adecuado para llevar de la mano la historia del asesinato de dos chicas en un pequeño pueblo de Andalucía. Incluso tenemos persecuciones de coches en las marismas y por la noche, personajes intrigantes y planos que normalmente no verás en las películas que puedan entrar en la categoría de «típica peli española». Incluso los diálogos no tienen ni una frase de relleno, por lo que el guion escrito por el director mismo, Alberto Rodríguez, junto con Rafael Cobos, le da más importancia a la imagen, sean paisajes, animales o personas, que a la palabra.
La isla mínima comienza con la llegada de dos policías a las marismas del Guadalquivir para investigar la desaparición de dos hermanas. Ya al principio del metraje, se nos presenta la situación: estamos en plena transición, todavía quedan resquicios del franquismo en un pueblo diminuto de las marismas del Doñana, donde el típico terrateniente tiene el poder de dar trabajo o no a la gente del lugar y donde la juventud no ve claro su futuro en el pueblo. Pero lo que parece una desaparición típica se trastoca al descubrir los cuerpos mutilados de las dos chicas. A partir de ahí, la tensión no decae hasta el final, cuando nos hablan del pasado de uno de los personajes. Historia que, personalmente, creo que no aporta nada al personaje.
Lo mejor: el guion y la fotografía.
Lo peor: el trasfondo del torturador del final en cuanto a la película pero, en cuanto a lo que la rodea, que True Detective se estrenase antes.