Sueño de invierno ganó la Palma de Oro en Cannes el año pasado, pero recordemos que eso no es un cumplido de nada. Últimamente el festival francés es más obvio que algunas de esas tramas inventadas de la serie de Juego de tronos, por eso cuando una película así llega hasta nuestra cartelera hay que cogerla un poco por pinzas. Y, por ejemplo, los aspectos técnicos de esta película están por encima de lo normal: fotografía, paisajes, encuadres, planos, fundidos… pero la historia en sí no la encuentro a la altura de tal esfuerzo. Hay momentos que pareces estar en casa con los protagonistas, como siendo testigo presencial de las escenas entre hermanos, o dentro del matrimonio, o con las relaciones propietario-arrendador. La calidez de estos encuentros es uno de los puntos fuertes del filme.
Pero por otro lado, la historia que nos quieren contar parece (y no me interpretéis mal) un capítulo de Los Simpson: empezamos con un hecho que nos permite hablar de una historia completamente diferente, teniendo en cuenta que el hecho causa la historia. Sin embargo, el tema central divaga sobre lo abstracto tras más de tres horas de película porque no hay un solo tema central, sino que hay varios: la soledad, el egocentrismo, la culpa, la ironía de la riqueza y la pobreza… temas profundos que se llevan con tranquilidad, pero sigo pensando que la duración es excesiva. Y es que aunque te esté gustando la película, 195 minutos son demasiados para mantener la atención.
Lo mejor: fotografía.
Lo peor: su larga duración.