Tengo un problema con James Wan, y es que todas sus películas me atraen muchísimo, me encanta el montaje y la banda sonora, la atmósfera que crea, los «sustos», el maquillaje (si pensáis que no es algo importante, es que no habéis visto Jersey Boys o J. Edgar), etc. Pero, siempre llegados a cierto punto, se convierten en convencionales películas de espíritus malingnos y casas encantadas. En Insidious: Capítulo 2, nos encontramos con una precuela-secuela, ya que comienza explicando un poco la historia de Josh (Patrick Wilson) cuando era niño y era capaz de entrar en ese lugar donde viven los espíritus que le hacen la vida imposible a su familia. Pero tras los títulos de crédito iniciales, vemos la continuación de la primera película justo después del final de la anterior, justo cuando los malditos fantasmas deberían haberse marchado. Por supuesto, esto no es así y ahora ya toda la familia es capaz de ver a esos entes campar a sus anchas por la casa de la madre de Josh, que es donde se están quedando temporalmente.
Sin embargo, cuando comenzamos a ver qué pasa en realidad, hacia la mitad del metraje, se empieza a restar importancia a esa atmósfera tan inquietante para dar más protagonismo a la historia del espíritu maligno travestido que en realidad es lo que menos nos importa. Por supuesto, siempre estarán ahí Angus Sampson y Leigh Whannell, quien aparte de interpretar a Specs, es el guionista de las películas de Insidious y de las tres primeras Saw, aparte de ser además el director del capítulo 3 de Insidious que con casi toda seguridad se estrenará en verano de 2015.
Lo mejor: la atmósfera de la primera parte de la película, el dúo Specs-Tucker (Leigh Whannell-Angus Sampson).
Lo peor: la segunda parte de la película, en la que sale todo a relucir.