Ingrid Goes West es la película que estabas buscando si quieres una crítica feroz a las redes sociales. Vivimos en la era Instagram en la que es obligatorio ser feliz, ir a donde más sitios puedas, hacer fotos de todo lo que comes y ser guapa. Cualquiera puede volverse loca en un mundo así. Y cuando tienes a alguien con problemas mentales que se obsesiona fácilmente con la gente popular, puedes llegar a tener un problema muy gordo.
Aubrey Plaza interpreta a una lunática que se obsesiona con una famosa instagrammer. Se obsesiona tanto que la persigue y acecha mudándose a Los Ángeles, secuestrando a su perro e imitando el estilo de vida, los sitios a los que va y su forma de hablar para hacerse su mejor amiga. Y todo va estupendamente. Taylor Sloane acepta a Ingrid como su mejor amiga, van juntas de escapada, publican fotos juntas y pasan unas maravillosas veladas a la luz de las estrellas.
Hasta que, de pronto, todo va torciéndose cuando Taylor se hace amiga de otra instagrammer que tiene millones de seguidores. Es ahí cuando Ingrid pasa a un segundo plano (o inexistente) mientras Taylor se olvida de todos los piropos maravillosos que le decía a Ingrid y se desvive por ser más popular todavía con su nueva amiga. Para más inri, el hermano de Taylor descubre, en el teléfono de Ingrid, fotos que la descubren como acechadora.
Ingrid Goes West es la nueva Mujer blanca soltera busca… de las redes sociales. O del postureo. O de cómo nos encontramos en una sociedad de lo más decadente realizada a base de fotografías con filtro Mayfair, gente guapa y delgada o cachas, vida bohemia y fiestas hasta el amanecer. Poco importa ayudar al prójimo, los compromisos adquiridos o ser una persona real. Porque Ingrid falsea su forma de ser para acercarse a Taylor. Pero, ¿Taylor no lleva siendo una Taylor falsa toda la vida?
Yay & nay
Lo mejor: La subhistoria. Las interpretaciones de Aubrey Plaza y Elizabeth Olsen.
Lo peor: Seguramente no llegue a las salas en España.
Puntuación
