Los musicales y yo no nos llevamos bien. Deben ser originales, interesantes y divertidos para poder aguantar las más de dos horas que suelen durar en el cine. Hairspray por lo menos no es aburrida del todo. Por un lado, tenemos a John Travolta apareciendo en pocas escenas tal que Monica de Friends bailando a lo gorda. Por otro, trata el tema del racismo contra la gente de color en los años 60 o contra la gente con sobrepeso que, por cierto, es algo que sigo contemplando a día de hoy como algo que distingue a la gente en la quien no confiar. Pero vayamos a la miga, al argumento: una chica gorda, fanática de un programa de televisión de gente guapa que baila en El Show de Corny Collins, es elegida para bailar tras utilizar unos pasos de baile que aprendió en el aula de castigo. En su primera intervención suelta la frase de que ojalá todos los días fuesen el Día de los negros y la empieza a liar parda: se vuelve todo un fenómeno de masas. El problema es que la estrella femenina del programa e hija de la directora se celará de no ser ya el centro de atención. Como la vida misma, vamos.
Con tal argumento y desarrollo, contando con Zac Efron y Brittany Snow y siendo una película de género musical, podría más bien ser el enésimo telefilme Disney con moraleja sobre lo bien que nos tenemos que llevar todos. Es una pena no haber aprovechado ese tono de la película original de John Waters, que por cierto podemos verle al principio de la película en un cameo, en la que aparecían Sonny Bono, Debbie Harry o Divine. Simplemente tenemos un producto de consumo rápido que no molesta pero tampoco se sale de lo común en lo más mínimo.
Lo mejor: el número musical final.
Lo peor: el tono condescendiente.
