Qué horror cuando en una superproducción sobre desastres de proporciones épicas se echa de menos el buen hacer de Roland Emmerich. Esta versión de Godzilla a lo Pacific Rim (2013) hace aguas por todos lados. El principio con Bryan Cranston y Juliette Binoche era bastante prometedor, hasta que sale el cartel de «15 años después», donde incluso nuestro queridísimo Heisenberg (Breaking Bad, 2008-2013) sobreactúa de manera descomunal, quizá contagiado por el director, quién sabe. El resto de los actores, desaprovechadísimos (Ken Watanabe, David Strathairn, Sally Hawkins), pero la peor actuación de todas es el realizado por Aaron Taylor-Johnson (Kick-Ass), una suerte de héroe que no hace nada en toda la película.
Y es que da igual el elenco de actores, ya que lo único que interesa es ver a estos nuevos «kaiju»: los motu y gojira, es decir un par de malos y uno bueno, que arrasan con todo. Pero da igual los científicos, tan importantes para los militares que se los llevan al centro de operaciones, digan que el gojira es bueno y va a matar a los malos, el ejército de Estados Unidos les meterá una bomba nuclear por el oje… en fin. Hay demasiadas incongruencias como para ponerlas en un espacio tan pequeño como internet. Muchas de las críticas de este pequeño diario son percepciones personales, pero es que aquí ni la trama ni la línea temporal, ni el montaje ni nada salvo los efectos especiales puede salvarse. Es un desastre de proporciones épicas, pero no porque se quieran cargar todos los edificios que pillen a su paso.
Lo mejor: los efectos especiales.
Lo peor: un guion sin sentido. Hay una escena donde tanto los mandos como los soldados indican que en el Golden Gate «todavía hay autobuses» o que «hay civiles», pero en lugar de dejar pasar, se ve que hay varias filas de coches de policía puestos delante de los vehículos para no dejarlos salir de San Francisco… y así hasta el infinito.