Fury empieza contándonos una mentira como un mundo: que los alemanes, mejor armados que los norteamericanos (que parece que son los únicos que luchan contra los nazis), están ganando la guerra porque hay muchas bajas entre los tanques estadounidenses. Cuando Hitler comienza su ofensiva con niños soldado está más que vencido. Aquí es donde entra en acción Fury, el tanque comandado por Wardaddy (Brad Pitt). Él y su cuadrilla le dan la bienvenida a un nuevo miembro, es decir, el joven inexperto que nos mostrará la crudeza de la guerra. En teoría, los miembros más experimentados tendrán que mostrar el horror de la guerra y el joven, en teoría el protagonista, a la vista de tal panorama, caerá rendido al horror de la guerra.
El resultado no puede ser más catastrófico. De ser una película en la que nos presentan unos personajes bastante interesantes, de pronto, sin venir a cuento, la historia da un vuelco para intentar vender una personalidad de los personajes centrales descuadrada con una historia acompañándolo de una pseudoépica americanada que por una parte aburre soberanamente y, por otro, cada vez que una oleada de nazis ataca al tanque a pecho descubierto consigue sacar una risa de «¿pero esto qué es».
Lo mejor: la presentación de los personajes.
Lo peor: guion.