Seguimos con pelis de producción propia de Netflix y, en este caso, a una producción española. Atreverse a hacer comedia sobre un tema tan controvertido como el terrorismo de ETA podía levantar ampollas y, desgraciadamente, así fue con el estreno de Fe de etarras.
La película es una comedia para aquellos a los que les haga gracia el programa de la ETB Vaya semanita. Conmigo la tenían clara: me iba a encantar ya solo por reírse y poner en ridículo el extremismo de ciertos personajes en relación al conflicto vasco. Para más inri, nos presentan a un comando formado por un manchego hippie, un radical y dos mindundis que prefieren encajar dentro de un grupo para poder estar cerca el uno del otro.
¿El objetivo? Preparar un atentado en Madrid en cuanto avise la central. ¿El contexto? El mundial de fútbol de Sudáfrica en 2010, el mundial que ganó España.
Imaginaos por un momento ser un etarra radical en el que, probablemente, sea el momento con más sentimiento españolista de toda la historia de España. Imaginaos estar viviendo en Madrid. Imaginaos ser de un sitio lejos de la españolidad y sentirte muy lejano a todo ese sentimiento. Ya solo la situación es cómica, pero me ganan cuando la película se llena de sketches aumentando las risas haciendo hincapié en el humor negro.
En Fe de etarras también vemos cómo, a medida que la selección española de fútbol va ganando partidos y superando fases en el mundial, van apareciendo más y más banderas españolas en el edificio del piso franco. Es un detalle digno de burla pero que encierra un doble sentido: ¿Solo cuando la selección española gana aparecen españolistas? ¿O es que esos españolistas se suben al carro cuando ven que la selección tiene éxito?
Aparte del humor, me encanta ese juego con los estereotipos que han utilizado en todo el metraje, poniendo en evidencia la poca credibilidad y éxito de la banda terrorista ETA, teniendo que, incluso, reclutar activos en La Mancha.
Yay & nay
Lo mejor: La escena de la bandera y la de los petardos, pone en evidencia los estereotipos, se atreve a hacer humor con un tema controvertido.
Lo peor: La falta de ritmo en ciertos momentos.
Es una comedía agría, con buenas ideas, pero no bien resueltas del todo. Con una vuelta más habría quedado más redonda, en vez de ir un poco a trompicones. Para mí previsible por los tópicos y los clichés pero visionable, la última escena, justo al final, un poco más de lo dicho.