Me cuesta mucho leer buenas críticas sobre Espías desde el cielo teniendo en cuenta que le da mil vueltas Good Kill, incluso con su trama melodramática familiar. Tras ver la película de Andrew Niccol, creo que esta, de Gavin Hood, es demasiado blanda y para nada realista. No me creo que, por el posible daño colateral de una niña pequeña, se monte todo un circo de toma de decisiones cuando la actualidad demuestra que no es así. Las dos película, Good Kill y Espías desde el cielo, comparten el tema central de los ataques con drones a objetivos terroristas. Se reabre el eterno debate sobre si es aceptable la muerte de un inocente para salvar un posible número de víctimas, pero personalmente creo que es un debate fallido, ya que las entidades militares británicas y estadounidenses (las presentes en la peli) no tendrían dudas a la hora de elegir qué hacer.
La trama comienza en una mesa de operaciones británica. Un equipo estadounidense que maneja un dron es avisado de que realizarán un trabajo de vigilancia para su aliado estratégico, para así capturar para enjuiciar a una ciudadana británica y dos estadounidenses. La estrategia se modifica al averiguar que, dentro de la casa en la que se reúnen, los «sospechosos» se están equipando con chalecos-bomba. A partir de aquí, nadie se quiere hacer cargo de que ese trabajo de captura se transforme en uno de ataque, lo que traería consigo bajas civiles. En realidad, solo se contempla la baja de una civil: una niña que vende pan junto a la casa que se pretende bombardear. Y el que llama la atención sobre ello es quien dispara el dron, un soldado, es decir, el que debe acatar las órdenes. Lo siento, no os compro esta idea.
Lo mejor: La interpretación de Alan Rickman y Helen Mirren.
Lo peor: La moralina sobre las víctimas.
