No me queda ni la menor duda de que la novela en la que se inspira El guardián invisible es un thriller de lo más intrigante. La película en sí no lo es. Engañada por la reciente hornada de cine de suspense español, una estética lúgubre y una historia protagonizada por Marta Etura, me encontré con la película de Fernando González Molina estrenada en marzo comienza con el hallazgo del cadáver de una niña junto al río en una localización bucólica, al lado de un río en uno de esos parajes de ensueño en el rural de Navarra.
En el momento del reconocimiento del cadáver se nos presentan abruptamente los personajes, desdibujados, aunque en ese punto no sabemos que no se profundizará en ellos lo más mínimo. El hallazgo de más cadáveres y los asesinatos sucesivos tampoco aportan demasiado ya que están presentados torpemente, sin que el hilo conductor que nos descubren no convence, y mucho menos la explicación final de algo que carece de interés.
Cuando en los primeros diálogos de una película descubres a unos actores que simplemente recitan versos sin entonación, sin creerse a sus personajes y mucho menos sus huecos diálogos que parecen inútiles por ser totalmente evidentes en unos casos y, en otros, por ser artificiales al olvidarse por completo de que cada persona habla de modo diferente. Hasta en ciertos instantes del metraje parece que los personajes estén leyendo prosa de corrido. ¿Ayudan los flashbacks a que la trama avance? Más bien al contrario.
Entre las escenas que alargan la trama sin aportar valor podemos añadir que, además, la protagonista llama de vez en cuando a un compañero, jefe, mentor… ¿Quién sabe? Para pedirle consejo sobre qué pensar, aunque ella se haya hecho a sí misma estudiando en Estados Unidos con el FBI y ahora sea una inspectora de policía de lo mejor que hay en Euskadi.
Yay & nay
Lo mejor: Las localizaciones y la fotografía.
Lo peor: Flashbacks, actuaciones artificiales, duración excesiva, demasiadas escenas cortas que no aportan nada a la trama.