Hace poco pude ver Race, la película sobre la participación de Jesse Owens en los Juegos Olímpicos. Era una película sin nada que aportar y mal realizada, mal dirigida y, en resumen, pésima. Eddie el Águila se centra igualmente en la participación de un deportista solitario en unos juegos, pero he aquí que no vemos ninguna pretensión por parte de Dexter Fletcher. Eddie el Águila se sostiene en el famoso lema de Pierre de Coubertin en relación a los Juegos Olímpicos: lo importante es participar. Nos cuentan una pequeña historia sobre Eddie Edwards, pero no sobre su éxito, sino sobre su afán de superación.
Su tesón y constancia le viene desde pequeñito: Eddie Edwards siempre quiso competir en unas olimpiadas y hasta que no encontró el deporte que iba con él, no dejó de luchar. Pese a todos los obstáculos que se le impusieron, el deportista consiguió no solo participar en los juegos, sino convertirse en una leyenda por conseguir lo que quería simplemente con su esfuerzo. Gracias a que se centra en esta historia, sin más, no se nos presentan tramas secundarias con la típica novia o cualquier momento escabroso: se centran en lo realmente importante incluso con sus toques de humor, algo de agradecer en este tipo de películas. Sorprendente, sí, porque no es el bodrio que podríamos imaginar por el tráiler, pero también por utilizar una estética ochentera (incluso con una banda sonora acorde) sin pudor, sin vergüenza, porque da igual la apariencia física que llevábamos en aquella época. Es una gran elección para pasar un rato entretenido y descubrir una pequeña historia más del pasado reciente de los Juegos Olímpicos.
Lo mejor: Taron Egerton, su toque cómico.
Lo peor: Su poca trascendencia.