Como si de una película se tratase, la ganadora del Oscar al mejor documental de 2014 te lleva a una habitación de hotel donde un empleado de la CIA comienza a sacar a la luz documentos que reflejan que el gobierno de Estados Unidos, por medio de la Agencia de Seguridad Nacional, guardan en instalaciones inmensas datos privados de conversaciones por vía digital tanto de ciudadanos el propio país como de países extranjeros. La inviolabilidad de la privacidad de los ciudadanos debe existir para poder disfrutar de la libertad de expresión que, en Estados Unidos, está garantizada por Primera Enmienda de su Constitución porque, tal y como dice Snowden, si no puedes garantizar que tus conversaciones sean privadas, ¿qué tipo de libertad tienes?
Pero lo más inquietante de todo es que, mientras se nos cuentan las atrocidades a las que estamos sometidos, con la colaboración de empresas telefónicas o de compañías como Google, Yahoo!, Facebook, etc., vemos el valor de un técnico informático de una compañía subcontratada de la CIA, que decide hacer públicos unos documentos marcados como alto secreto (sin revelar nombres personales) teniendo en cuenta que tarde o temprano acabará en la cárcel, algo que asume desde el principio. Poco a poco, a través de lo que se va publicando a través del Washington Post y el Guardian cada día, Snowden ve cada vez más cerca su oscuro futuro. Los silencios cada vez se vuelven más aterradores teniendo en cuenta que todo el peso del gobierno de los Estados Unidos caerá sobre quien decide luchar a favor de la libertad.
Lo mejor: que parezca una película de espías.
Lo peor: intensidad plana, no hay sobresaltos ni casi contacto con el exterior de la habitación del hotel.