Tras el tremendo hype de Birdman durante los últimos meses gracias a las entregas de premios de sindicatos de actores, de productores, los críticos y demás, es de esperar un peliculón del principio al final. Pero tras esa falsa apariencia de ciudadísimo plano secuencia de dos horas, lo único que puedo ver es el personalismo de Iñárritu poniendo en tela de juicio el mundo de Hollywood, el de Broadway y el de los críticos que tienen en su mano la opinión de una gran masa de gente solo con escribir que algo es bueno o malo. La historia gira en torno a una estrella de cine venida a menos (Michael Keaton) que intenta dejar atrás su pasado como superhéroe de películas (Birdman) para que sea visto como un actor serio dirigiendo, escribiendo y protagonizando una obra teatral en Broadway. Para mi sorpresa, Emma Stone es quien ha dado una lección sobre intensidad interpretativa en la película, empequeñeciendo al resto de actores. Solo Edward Norton es capaz de estar a su nivel de intensidad: una con una simple mirada y el otro cuidando los registros de su, digamos, «doble personalidad»: alguien obsesionado con la realidad de lo que se interpreta, sin que le importe lo que puedan pensar o si puede herir las personas que tiene a su alrededor.
El desarrollo de la historia y de otras subtramas importa bastante poco teniendo en cuenta que el clímax se rompe por llevar consigo el plano secuencia desde el minuto 1 de película. Esta técnica, que se utiliza habitualmente para añadir tensión a una secuencia que habitualmente tiene un final destacado: recordemos el de Sed de mal, alguno de Hijos de los hombres o en El secreto de sus ojos. Todos tienen una finalidad: pegar al espectador a la silla y dejarle sin aliento. Pero para Iñárritu parece más bien que es un «cuanto más, mejor», cuando la calidad de los planos secuencia no se mide por su duración, no sé si por su grandísimo ego… pero esta técnica le ha venido mal a la película. Por otro lado, alguien que vea poco cine podrá no notar los cambios entre plano y plano, pero solo esforzándonos ínfimamente, saltan a la vista los cortes que nunca hay en un plano secuencia de verdad.
Lo mejor: Edward Norton y Emma Stone.
Lo peor: Michael Keaton y el falso plano secuencia.