La ciencia ficción es un género muy castigado, sobre todo ahora que Netflix y SyFy tienen carta blanca para realizar producciones de películas y series sin demasiados estándares de calidad. No sé en qué momento se le ha dado más importancia al cuánto que al qué. Dicho esto, Aniquilación es un caso aparte.
Aniquilación es una de esas películas de ciencia ficción de las duras, no de naves espaciales o combates con pistolas láser. Tira más bien hacia ese tipo de ciencia ficción filosófica que hemos visto anteriormente en 2001: Odisea en el espacio o Stalker. Por supuesto, no llega al nivel de estos dos ejemplos, pero subyace la idea común de establecer nexos, de expresar el cine en diferentes capas de narración y de considerar al público como alguien inteligente que puede tener su propia versión de lo que ha visto.
La última película del director de Ex_Machina (y, por lo que sabemos ahora, también de Dredd), Alex Garland, consigue ofrecer una visión del ser humano como un ser que se destruye a sí mismo, algo que una inteligencia exterior es capaz de discernir entre tanto ruido exterior. La zona X es en realidad una metáfora sobre el interior del ser humano, en el que cada uno se debe enfrentar a sus miedos y descubrirse a sí mismo. Una forma deconstruida de uno mismo.
Una historia y desarrollo interesantes
La excusa para la narración es una investigación dirigida por un grupo de mujeres hacia una zona en la que todo lo que entra nunca sale. Salvo el marido de la protagonista. El grupo lo forman una bióloga, una psicóloga, una física… todas, al parecer eminencias en sus áreas pero destruidas en su interior. Bien sea por enfermedades o bien por sus experiencias o sus depresiones.
Cuando entran en la Zona X, van descubriendo poco a poco un nuevo mundo, no mejor ni peor, sino distinto, como una nueva versión. Una versión remodelada por una naturaleza alienígena que nos ofrece una de las escenas más aterradoras que he visto desde hace tiempo. Un «Help!» de socorro marca el inicio de esa escena. Apoteósica.
Pero lo que más puede desvirtualizar la opinión del público en general es su final abierto a interpretaciones de todo tipo, un final filosófico del que podemos sacar las conclusiones que más nos convenzan. Mi versión la podéis ver en la caja de spoiler.
Como vemos al principio, Lena lleva un tatuaje de una serpiente mordiéndose a sí misma formando el símbolo de infinito, tatuaje que no lleva al inicio de la película. Este ouroboros significa la renovación infinita, la vida y la muerte representadas a la vez y no solo aparece en el brazo de Lena, sino también en el de sus compañeras a medida que van mutando.
Este símbolo nos está diciendo que, en la naturaleza, la vida no se acaba, sino que se transforma. Por eso lo que vemos al final es la transformación de Lena en «otra cosa». Sigue siendo ella, pero diferente. Su ADN ha mutado y ya no es la misma, pero no se ha convertido en otra persona. En realidad, es algo nuevo creado a partir de un agente exterior que intenta imitar la vida para seguir aprendiendo y evolucionar.
En resumen, para mí es probable que estemos ante una de las películas del año. Seguramente no todo el público la digiera, pero estoy segura de que sus imágenes quedarán para la posteridad y Alex Garland será recordado por esta gran obra.
Yay & nay
Lo mejor: La escena del oso. La metáfora sobre la destrucción del ser humano.
Lo peor: No poder verla en cines. No es digerible para el gran público.