Presentada con una propuesta un tanto novedosa, Comet es un drama romántico estructurado de forma episódica no lineal, con una trama que recorre seis años entre Dell (Justin Long) y Kimberly (Emmy Rossum). La pareja vive diferentes fases en las que vemos su evolución, desde su primera época en la que él es un maniático y ella una chica un poco ingenua hasta que, finalmente, los dos creen haber llegado a un momento sensato de sus vidas.
Pese a que la historia no es demasiado original y sus personajes no son demasiado carismáticos, la pareja funciona bien desde el primer instante. Y eso que el director se empeña en crear diferentes ambientes con encuadres innovadores pero repetitivos, que crean una atmósfera enrarecida en las escenas de conflicto.
Si hay algo que me molesta de Comet es su pretendido continente indie. Me refiero a esos planos medios repetitivos en los que los protagonistas están solos en un encuadre en una esquina lateral mientras la mayor parte de la pantalla está vacía porque se ve una pared. Estos encuadres son interesantes para mostrar la soledad de los personajes en ciertos momentos pero pierden su efectividad cuando el montaje está creado con este efecto en un 90 % de su duración.
Por contra, uno de los grandes aciertos es el tipo de fotografía utilizada según la percepción de Justin Long respecto a sus recuerdos. Por ejemplo, la época de París, mostrada en tonos azulados, nos lleva a pensar que o bien es un recuerdo poco definido o incluso un sueño, o es eso lo que quiere pensar el personaje de Dell. Lo que sí sabemos es que, cuanto más clara es la fotografía, más claros son los recuerdos y, por lo tanto, significa que la historia está más cercana a la realidad.
Así que si queréis ver una película indie de las que te embriagan con sus diálogos y fotografía, deberíais darle una oportunidad. Ahora bien, si por el contrario os aburren las historias románticas y los planos arriesgados, no os hagáis los valientes. La historia es previsible y hasta anodina, con unos personajes que hasta llegan a crisparte por su poca sustancia.
Yay & nay
Lo mejor: La fotografía, la evolución de los personajes y sus diálogos pseudofilosóficos sobre el amor.
Lo peor: Una trama muy previsible y planos repetitivos.