Una de las películas que ha cosechado mejores críticas en las últimas semanas ha sido The Florida Project. Si buscáis esa película independiente alejada de lo que solemos ver cuando retratan Miami, puede que estéis ante el ejemplo de ello. La AFI (American Film Institute) y la National Board of Review la incluyeron en su top 10 de películas de 2017 y Willem Dafoe se ha llevado un buen puñado de nominaciones por su papel de conserje.
The Florida Project es una especie de documental de ficción. En la parte menos conocida del Miami de Disney, de las playas y de la salsa y de los trapicheos de Miami Vice, viven familias que parecen permanecer en las afueras, viviendo en moteles de mala muerte. Bobby (Willem Dafoe), el conserje, debe preocuparse por que todo funcione bien. En realidad, Bobby parece esa figura paterna de la que carecen los niños. Niños que corretean por los pasillos lejos de los ojos de madres que, o bien se prostituyen, o bien deben trabajar todo el día para pagar comida, o simplemente cuidan de los hijos de los demás.
A través de los ojos de una niña inquieta como Moonee (Brooklynn Prince) podemos comprobar todo ello desde la inocencia de una cría de seis años. Ella no sabe qué está bien o mal, simplemente se aburre. Así que cuando te aburres empiezas a hacer cosas a tu alrededor. Y más cuando nadie te lo impide.
Sean Baker retrata de forma estupenda este ambiente. Realmente nos integra en su contexto de días de verano consiguiendo que sintamos empatía por el conserje mientras ve cómo el mundo se desploma a su alrededor. No hablo de un desplome tipo madre!, sino de un desplome real de la sociedad que vive en la miseria como algo normal. Sin embargo, más allá de este cuento de Moonee para presentarlos lo que vive en el verano de sus seis años, poco más me interesa la historia que nos quiere contar. Básicamente, porque carece de una historia al uso.
Cuando hablaba de que The Florida Project es un documental de ficción, me refería a que parece que el director se echa la cámara al hombro y se pone a filmar lo que ocurre sin apenas guion, viviendo de la personalidad de los demás o de las improvisaciones de los actores. Eso conlleva a una falta de ritmo que (lo siento, odio usar esta expresión) me ha echado de la película. No he conseguido conectar de la misma forma que no conecté con Verano 1993.
Quizá mi cuerpo ya no esté hecho para el cine indie norteamericano. Quizá necesito algo más que un retrato y quiera una interpretación de lo que veo. Quizá sus dos horas de metraje más anuncios no ayuden. Aun así, os la recomiendo si os gustan las pelis de niños actores que lo clavan y que no se nota que están actuando.
Yay & nay
Lo mejor: La escena del pederasta. Willem Dafoe. El plantel de niños actores.
Lo peor: Es última escena rodada con un iPhone. La falta de un guion sólido.