Hasta hace unos años, cualquiera diría que en España no se saben hacer thrillers, y menos, thrillers policíacos. La isla mínima abrió un camino inexplorado para las productoras: es posible cine de policías, de calidad e intenso realizado en casiña. Que Dios nos perdone se adentra en la investigación de un asesino de ancianas que investigan dos policías, cada uno más peculiar que el otro, uno es el macho Roberto Álamo y el otro un tartamudo un poco friki interpretado por Antonio de la Torre. No tendremos pistas de quién es el asesino hasta el tramo final, algo de agradecer, así que estamos ante uno de los pocos ejemplos donde un asesino metódico aparece en el Madrid de hace unos años, con el JMJ y el movimiento 15-M de fondo.
Pero pese a que sabemos que la pareja de policías, cuya fuerza como conjunto es inversamente proporcional a lo poco que tienen en común, son los protagonistas, los buenos y los héroes de la historia, no deja de rondar por la cabeza que, en realidad, estos dos policías no difieren mucho de cómo es el asesino, quedando en evidencia que solo se necesita un pequeño paso para llegar a ser un psicópata. En contraposición a este pensamiento que ronda todo el metraje, tenemos, por un lado, manifestaciones y alardes públicos de lo que somos y lo que no, un movimiento de ciudadanos indignados mientras el Papa Benedicto XVI visita Madrid. Por otro, todo un Madrid oculto y sucio, racista, de machitos e hipócritas que es un simple reflejo de la sociedad. Por supuesto, el hilo conductor es la búsqueda del asesino en serie que se debe ocultar para no alarmar a la sociedad con todo lo que sucede en esos momentos, tan creíble que se hace raro que no esté basado en hechos reales. Para mí, Que Dios nos perdone es una de las pelis del año, pese a que el tramo final se desinfla un poco a consecuencia de la toma de decisiones del guion. Aun así, es totalmente recomendable.
Lo mejor: Las actuaciones de Antonio de la Torre y Roberto Álamo.
Lo peor: Un tramo final que desluce el resto del metraje.