En otro orden de cosas, nunca habría visto Ha nacido una estrella si no tuviese tantas nominaciones a los Oscar.
Siendo escéptica, no contaba con ver grandes actuaciones y mucho menos viniendo de Lady Gaga, de quien no puedo negar que canta bien aunque yo no comulgue con su estilo.
Ahora bien, la tendencia de incluir a iconos de la música en piezas cinematográficas para poder atraer más público me parece una buena idea si así consigues que más personas se acerquen a una sala de cine y se interesen por el remake del remake el remake de William A. Wellman.
Otro remake más para la bolsa
Si no conocéis la historia de la primera película de Ha nacido una estrella, o incluso de la segunda protagonizada por Judy Garland o la tercera protagonizada por Barbra Streisand, el remake de Bradley Cooper os lo actualizará con música de nuestros días. Sin embargo, en el fondo es lo mismo.
En los primeros compases ya vemos que el personaje de Bradley Cooper está basado en el cantante de Pearl Jam, Eddie Vedder. No lo digo por su afición al alcohol, sino por su música. Lo que oímos parece sacado directamente del grunge más noventero en una época donde el rock se está devaluando (No entiendo eso de tildar la música del protagonista como country, a todo esto).
Lady Gaga es una desconocida cantante que descubre el protagonista y que pretende convertir en una estrella, igual que en los anteriores remakes. La relación entre la pareja irá evolucionando desde el amor absoluto que se profesan a una relación tóxica cuando ella comienza a tener éxito.
Un nuevo drama romántico
Esta nueva versión de Ha nacido una estrella no aporta nada nuevo a ninguna de las tres anteriores, salvo una nueva banda sonora de canciones con dos estilos diferenciados.
Por eso, e igual que las películas anteriores, Ha nacido una estrella no ha logrado ni emocionarme ni me ha hechos sentirme atraída por la historia. Una historia que de por sí ya es previsible.
El resultado es, en definitiva, un nuevo drama romántico, hecho para fans, con un debutante tras las cámaras que se nota por la tosquedad de las escenas, más cercanas a una película de bajo presupuesto.
Yay & Nay
Lo mejor: La química entre Bradley Cooper y Lady Gaga.
Lo peor: Los planos elegidos con el montaje.