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Calvary (2014)

Calvary

Me atreví a ver Calvary sin saber muy bien ni de qué iba ni quién actuaba en ella. Me bastó con saber que estaba dirigida por John Michael McDonagh (El irlandés, The Guard, 2011) y protagonizada por Brendan Gleeson. Tampoco sabía si me enfrentaba a una comedia o a un drama, y sigo sin saber qué he visto, porque la verdad es que este tipo de películas hacen que sueltes tantas risas como lágrimas. Calvary empieza en el cofesionario del padre James (Brendan Gleeson), párroco de un pueblo en la costa oeste de Irlanda, en lo que parece ser el condado de Sligo (la playa que aparece es como la de Strandhill). Allí, uno de sus feligreses le confiesa que de pequeño fue víctima de abusos sexuales por un cura, pero como está muerto, él mismo matará al padre James una semana después. Le deja siete días de cortesía para que ponga en orden «sus cosas».

Por lo tanto, durante esos siete días, veremos al padre James reconciliándose con su hija, esperando a la muerte, rodeado de unos lugareños de lo más variopinto que hacen que el padre deje de morderse la lengua harto de la sarta de estupideces que pueden llegar a decirse. Es una película sencilla, igual que su protagonista, jugando con los dobles sentidos, criticando a la vez el poder que históricamente siempre ha tenido la Iglesia en Irlanda, junto con relatos increíblemente duros, como el que le cuenta el médico del pueblo interpretado por Aidan Gillen (Petyr Baelish, Meñique, en Game of Thrones) al padre, sobre la razón por la que no creer en Dios.

Lo mejor: la escena señalada entre el médico y el cura.

Lo peor: que tengamos que esperar a noviembre para verla en España (y a saber en cuántas salas).

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