Una atrevida visión de la épica historia de amor del director de Orgullo y prejuicio y Expiación. Así anunciaban Anna Karenina, la enésima adaptación de la novela de León Tolstói, uno de mis autores favoritos. Aprovechando que empezaba en uno de esos canales de televisión que no incluyen anuncios empezamos a verla. Para darle un toque original, Joe Wright, basádose en el guion de Tom Stoppard, dirige la adaptación enmarcándola no en la Rusia en su más sentido estricto, sino en un ambiente teatral (salvo algunas escenas exteriores). Si bien esta originalidad llama la atención al principio, poco a poco va haciendo mella y tras hora y media comienza a cansar. Cuando te das cuenta de que todavía queda una hora más de metraje, la paciencia se te agota al instante.
Los actores, unos teatralizados y otros realistas (no me quedó muy claro esto). A destacar Keira Knightley y, por supuesto, la pareja Domhnall Gleeson-Alicia Vikander, dos actores que siempre están al nivel e incluso superan la media (ya los vimos juntos en Ex Machina, por ejemplo). Tanto que hasta es más interesante la historia de estos que la de la protagonista. Porque la profundidad de los personajes queda en entredicho cuando el tema central de la trama es la relación de Anna Karenina con su amante, aquí interpretado por un más que insulso Aaron Taylor-Johnson, quien no muestra ni la menor química con su pareja en pantalla. Al final, el regusto que nos queda es haber visto dos horas y media de algunos grandes planos, un vestuario de primera, unos decorados desmontables que aparecen como una buena idea y un par de buenas actuaciones. Anna Karenina de Joe Wright es, al final, un aprobado raspado gracias solo a su argumento junto con una presentación original y un par de buenas actuaciones.
Lo mejor: Ambientación, vestuario, decorados.
Lo peor: La banda sonora puede llegar a ser molesta por repetitiva, Aaron Taylor-Johnson,
